Lo ch’ixi apareció en mi horizonte cognitivo cuando todavía no sabia nombrar aquello que había descubierto a través de mis esfuerzos de reflexión y de práctica, cuando decía ‘esa mezcla rara que somos’. Aprendí la palabra ch’ixi de boca del escultor aymara Víctor Zapana, que me explicaba qué animales salen de esas piedras y por qué ellos son animales poderosos. Me dijo enconces ‘ch’ixinakax utxiwa’, es decir, existen, enfáticamente, las entidades ch’ixi, que son poderosas porque son indeterminadas, porque no son blancas ni negras, son las dos cosas a la vez. La serpiente es de arriba y a la vez de abajo; es masculina y femenina; no pertenece ni al cielo ni a la tierra pero habita ambos espacios, como lluvia o como río subterráneo, como rayo o como veta de la mina. Sobre las premisas de una brújula ética y la igualdad de inteligencias y poderes cognitivos –ciertamente expresables en una diversidad de lenguas y epistemes- podrá tejerse quizás una epistemología ch’ixi de carácter planetario que nos habilitará en nuestras tareas comunes como especie humana, pero a la vez nos enraizará aún más en nuestras comunidades y territorios locales.