La población de los territorios rurales, comparada con la de los entornos
urbanos, enfrenta brechas de pobreza mayores, las cuales se reproducen
y se transmiten de una generación a otra. A pesar de los esfuerzos de los
Estados, la lucha contra la pobreza es un enorme reto. Por ejemplo, aún
no se ha podido cumplir la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible
(ODS) en América Latina, porque, en el 2017, la región registraba que
el 46,5% de los pobladores rurales enfrentaba pobreza monetaria y el
20,5%, pobreza extrema. En el caso de nuestro país, el 41,4%, según
cifras oficiales del año en mención, de los habitantes rurales era pobre
(Trivelli y Berdegué, 2019, p. 12). Es muy probable que estas cifras se
modifiquen en el marco de la pandemia del COVID-19 y se incremente la
cantidad de pobres en las zonas rurales, con un mayor impacto en las
mujeres de las zonas rurales.